Damiano David, el carismático líder de Måneskin, ha decidido abrir una nueva puerta creativa con Funny Little Fears, su primer álbum como solista. Pero esta no es una simple extensión de su faceta rockstar: es una confesión envuelta en luces de neón, un grito existencial disfrazado de pop-rock cinematográfico. Y es, sobre todo, una invitación a recorrer sus miedos más íntimos, esos que —como él mismo canta— se presentan sin ser llamados y no lo dejan en paz.
Desde la primera nota de Voices, se percibe que este disco no teme mancharse con emociones crudas. Damiano nos enfrenta a los espectros del pasado —romances rotos, inseguridades infantiles, voces que no callan ni con el volumen al máximo— con una honestidad desarmante. El tema inaugural es un lamento pop juguetón pero dolido, que sirve como prólogo de lo que está por venir: un viaje introspectivo y teatral, lleno de contrastes y sutilezas.
En Next Summer, una balada con el corazón en carne viva, habla del amor como droga y del miedo como motor. Mientras tanto, Zombie Lady, con la colaboración espectral de Dove Cameron, se lanza a un amor que trasciende la muerte. Lo mismo ocurre en The Bruise junto a Suki Waterhouse, donde el rechazo no es frío ni distante, sino un moretón emocional que no termina de sanar.
Pero es en Sick of Myself donde David se quiebra del todo. “I’m sick of myself / You’re the medicine,” canta con una fragilidad que corta como vidrio roto. Acompañado de un piano solemne y una guitarra discreta, el tema se convierte en uno de los puntos más bajos —y más humanos— del álbum. Aquí, el amor no salva, pero sí sostiene.
La segunda mitad del disco es una caja de sorpresas: Angel coquetea con el jazz; Tango usa la danza como metáfora de vínculos enredados; Tangerine, con d4vd, mezcla el R&B alternativo con el grito pasional de Damiano. Todo esto sin perder su núcleo pop-rock, ese ADN eléctrico que lo acompaña desde sus días con Måneskin.
La recta final del disco se adentra en la melancolía existencial: Born With a Broken Heart declara que hay heridas con las que uno simplemente nace. Mars ofrece una alternativa a la fuga emocional: quedarse y enfrentar la tormenta. En The First Time, evoca la magia efímera del primer amor —ese que se convierte en mito—, mientras que en Perfect Life, desnuda la mentira de las relaciones “perfectas” construidas sobre el autoengaño.
Pero es en Silverlines, producido por Labrinth, donde David toca fondo y renace. El tema es un manifiesto de supervivencia emocional, y Solitude (No One Understands Me), el broche de oro, es un susurro de paz tras la tormenta, un testimonio de aceptación: de sí mismo, de su rareza, de sus “miedos graciosos”.
Este álbum es más que un debut: es un acto de valentía artística. Damiano no solo explora géneros y texturas nuevas —del jazz al tango, del soft rock al pop gótico—, sino que se expone sin filtros. No hay máscaras glam ni poses rockeras aquí; solo un artista dispuesto a sangrar en cada pista.
Y si esto fuera poco, el 11 de septiembre arrancará su primera gira mundial en solitario, prometiendo versiones únicas cada noche —seleccionadas con apenas 24 horas de antelación— como si quisiera demostrar que cada show es irrepetible. No incluirá temas de Måneskin. No por desdén, sino por respeto. “No sería justo para la banda,” afirma con claridad.
Con Funny Little Fears, Damiano David no busca gustar: busca conectar. Y vaya que lo logra.