El escritor irlandés John Banville confiesa sentir un placer inmenso cuando la tinta de los periódicos se queda impregnada en sus dedos mientras los lee, al igual que cuando tiene entre manos un libro en papel que puede oler, tocar e incluso saborear.
“Abrir un libro nuevo es una experiencia erótica”, asegura Banville, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014, en una entrevista con la agencia de noticias Efe con motivo de la inauguración de la cuarta edición del Festival CoruñaMayúscula en la ciudad gallega de La Coruña (noroeste de España).
Banville (Wexford, Irlanda, 1945) comenzó su carrera como periodista, una profesión que cree que hoy en día corre igual suerte que los periódicos, que “están en peligro de extinción”, pero que, sin embargo, “sobrevivirán”.
Así como la sociedad se “obsesionó” con la electricidad en su momento pero “ya nadie hoy en día le presta atención”, dentro de cincuenta años ocurrirá lo mismo con internet y las nuevas tecnologías, que ahora son como “juguetes”.
Banville, que publicó su primer libro en 1970, una recopilación de relatos titulada “Long Lankin”, y es autor de títulos como “Antigua luz”, “El Mar”, “Imposturas”, “Los infinitos” o las negras “El Lemur”, “El secreto de Christie” y “Venganza”, prefiere que los libros tengan “buen aspecto”, sobre todo los infantiles, que “tienen que oler bien y saber bien, porque los niños a veces los muerden”.
“El libro va a sobrevivir en papel porque es maravilloso y contiene mundos enteros” y no se parece nada a leer en un dispositivo electrónico, que “no tiene textura, no huele, es insípido”.
Galardonado con prestigiosos premios como el Booker, Frank Kafka y el Irish Book Award, es uno de los mejores escritores vivos en lengua inglesa al que le ronda el Premio Nobel, un galardón que reconoce que le gustaría ganar porque “es como esa ilusión infantil cuando te regalan por Navidad el camión de bomberos de color rojo”.
Recuerda del momento en el que recibió el Premio Príncipe de Asturias el año pasado como algo “maravilloso”, aunque no cree que los galardones sean “muy importantes” porque “no tienen un efecto real en el trabajo”, y asegura que si fuera uno de esos escritores que se dejan influir por ellos sería “muy pobre”.
Para Banville, un renovador del lenguaje y un estilista amante de la prosa poética y elegante en la que su ingenio y su humor negro muestran la influencia de Nabokov, el arte de la literatura es “hacer que estilo y contenido se fundan en uno”, con una función importante del idioma, que hace que algunos de sus libros “no se puedan traducir”.
En este contexto, el escritor irlandés lamenta el “desastre de perder el gaélico” porque “cuando una lengua muere, que hay lenguas que mueren cada semana, es algo que afecta a su gente porque conlleva una parte de la cultura que se va con ella”.
Como autor de novela negra que se esconde bajo el seudónimo de Benjamin Black, resucita a otro monstruo sagrado del género, Raymond Chandler, a través de su protagonista Philip Marlowe, al que ha retomado para ser el eje central de su última obra, “La rubia de ojos negros”, que centra hoy su participación en la apertura de la “misteriosa” edición de este festival coruñés de la literatura.