Tachada de oportunista, de ser la causa de la destrucción de los Beatles y viuda negra de John Lennon, la japonesa Yoko Ono sirve fría su venganza como artista respetada en la exposición temática que le dedica el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y que repasa sus obras entre 1960 y 1971.
“Es una gran idea, hagámoslo, si nadie se da cuenta no pasa nada. Llevo 40 años haciendo constantemente cosas de las que no se habla”, dijo Yoko Ono a los comisarios de esta exposición, que se presentó hoy y en la que la artista más odiada por los amantes de la música desplegó toda su excentricidad “hippie”, intacta.
A sus 82 años, bailó con sus obras, siguió abogando por la paz en el mundo y hasta leyó un relato llamado “Uncovered”, sobre las pequeñas obras que marcan el cambio en el mundo.
Pero, sobre todo, disfrutó un momento que llevaba décadas esperando: el “mea culpa” de un gran museo como el MoMA por haberla ninguneado.
“No ha sido reconocida como debería. Como institución no hemos prestado atención a su trabajo como hubiésemos debido en el pasado. Era el momento de entender mejor su singularidad y su contribución clave en los 60 y 70”, aseguró a Efe el comisario de la exposición, Christophe Cherix.
“Lo que hacemos quizá no es reconocido por la gente, no todo lo que haces es entendido. Pero un día florecerá”, fue el mensaje que dio Yoko Ono, quien había tenido un irreverente episodio con el prestigioso museo, pues se coló en él en 1971 y montó una presentación que llamó “Museum of Modern (F)Art”, algo así como “museo de pedos modernos”.
Como respuesta, con esta exposición, el MoMA no se han centrado en la trayectoria más reciente de la artista sino, de alguna manera, ha querido explorar lo que podría haber sido realmente esa muestra que ella reivindicó antaño.
Así, desde el 17 de mayo hasta el 7 de septiembre, “Yoko Ono: One Woman Show” desligará a la figura popular de su obra. Un corpus creativo que incluye dibujos sobre papel, instalaciones, vídeos, música y alguna “performance”, como la célebre “Bag piece”, que presenta a dos amantes revolcándose dentro de una sábana negra.
Un total de 125 obras en las que Ono no da la espalda, por supuesto, a John Lennon, con quien formó pareja en 1968 y que tiene una fuerte presencia en la muestra a través de varias piezas de vídeo, la obra conjunta “War is over! If you want it”, de 1969 o, incluso, la escultura “Apple”, que es inevitable que no recuerde al símbolo de los Beatles.
“Soy feliz de que he podido hacer mi carrera en solitario y también a su lado. No decir: esto es de John así que no quiero saber nada. Estábamos juntos y no había división”, recordó.
Parte de la exposición se centra en el trabajo que salió de su estudio en la calle Chambers, del bajo Manhattan, donde empezó a ganarse esa fama de gran influencia sobre los artistas -por él pasaron Marcel Duchamp, Peggy Guggenheim, Isamu Noguchi o Jasper Jones- que eclipsaría su trabajo de producción propia.
Su faceta musical se salda con una sala de audición titulada “Plastic Ono Band” y en la parte audiovisual está probablemente la parte más sorprendente y original de la exposición.
En ella pueden verse “Cut Piece”, su actuación en el Carnegie Hall en 1965; una conversación entre dos nalgas que chocan al caminar desnudas o el proyecto “Fly”, de 1970, en el que una mosca recorre el cuerpo desnudo de una mujer, sin olvidarse de parar en los pezones y en el vello púbico.
“Yoko Ono es muy conocida hoy, pero el día que conoció a John Lennon tenía una década de trabajo muy respetado en Tokio, Londres y Nueva York. Eso es lo que recorre la exposición. Todo lo que hoy hace conocida a Yoko Ono, la manera en que interactúa con la gente, el uso de les medios sociales, tiene sus raíces en estas obras”, insistió Cherix.
Solo una pieza rompe el eje temporal y forma parte de la producción de la artista este 2015: una escalera de caracol que sube hasta el techo del museo y mira, a través de una cristalera, al cielo titulada “To See the Sky”.
Además, el MoMA ha aprovechado la ocasión para reeditar el libro “Grapefruit”, que Yoko Ono realizó en 1965, en el que recorrió música, pintura, acontecimientos, poesía y objetos, y que fue publicado en Tokio con solo 500 copias.