En su noveno álbum de estudio, Something Beautiful, Miley Cyrus se embarca en la clase de viaje artístico que solo pueden permitirse las estrellas del pop que ya lo han conquistado todo. Después del arrollador éxito de Flowers (2023), la artista de 32 años no busca replicar la fórmula ganadora. En cambio, propone una experiencia sonora que pretende “medicar una cultura enferma” y que, según sus palabras, tiene “propiedades curativas para hacer vibrar el cuerpo a otro nivel”. ¿El resultado? Un disco tan ambicioso como desconcertante, tan estético como disperso, tan Miley como siempre.
Una “ópera pop” o un desfile de videoclips con presupuesto de lujo
El proyecto llega acompañado de una película que ella misma describió como una “ópera pop inspirada en The Wall de Pink Floyd, pero con mejor vestuario”. Sin embargo, más que una narrativa cohesionada, el filme se presenta como una serie de videoclips de alta costura que podrían encajar sin problema entre los anuncios de perfume más estilizados de la televisión francesa. Aún así, hay una intención clara: Miley no está aquí para ser entendida, sino para ser sentida.
Del soul a la pista de baile: un mapa sin brújula
Musicalmente, Something Beautiful es un collage lujoso y, en ocasiones, brillante. El tema que da título al álbum arranca como una balada soul con metales cálidos, pero pronto estalla en una tormenta de guitarras distorsionadas y voces saturadas, marcando el tono de una primera mitad más introspectiva y experimental. End of the World y Easy Lover despliegan guiños ochenteros, mientras More to Lose y Give Me Love se mueven entre la melancolía synth y la balada cinemática.
La segunda mitad del disco enciende las luces de neón y pisa la pista: ritmos four-on-the-floor, sintetizadores que homenajean a Patrick Cowley y Giorgio Moroder, y melodías que oscilan entre la chanson francesa (Reborn), el pop sueco de ABBA (Every Girl You’ve Ever Loved) y la teatralidad Eurovisiva de Walk of Fame, donde Brittany Howard canaliza el espíritu de Grace Jones con una potencia salvaje.
Una Miley sin coros fáciles, pero con carácter
A diferencia de Endless Summer Vacation, aquí no hay un “hit” claro, y quizá esa sea la mayor debilidad comercial del álbum. Lo más parecido a un sencillo viable, Every Girl You’ve Ever Loved, se queda a medio camino de la pegajosidad de Wrecking Ball o Midnight Sky. Pero lo que el disco pierde en accesibilidad lo gana en autenticidad: Miley se siente genuinamente comprometida con el caos controlado que propone, y su voz —rasposa, desgarrada, polémica para muchos— se convierte en un instrumento más dentro del paisaje sónico, aunque no siempre logre elevar las canciones emocionalmente.
Conclusión: Miley Cyrus no quiere gustarte, quiere dejarte pensando
Something Beautiful es un disco que no se deja amar a primera escucha. Es denso, disperso y caprichoso, como una exposición de arte contemporáneo donde el espectador debe trabajar para conectar. Pero en medio de su ambición a veces desmedida, hay momentos de verdadero brillo. No es un álbum pensado para todos, y quizás por eso funcione: porque es el tipo de arte que, como Miley misma, desafía, incomoda y persiste.
Puntuación: 7.8/10