Creada en 1986 de la mano de la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano que preside Gabriel García Márquez, la Escuela Internacional de Cine de La Habana celebra esta semana su vigésimo aniversario consolidada como la cantera del cine latinoamericano.
En la vieja finca de San Tranquilino, en las afueras de San Antonio de los Baños, a unos 30 kilómetros de la capital cubana, 120 jóvenes, latinoamericanos en su mayoría, se afanan por convertirse en profesionales en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), ubicada en un aislado complejo de edificios, no precisamente llamativo por su estética.
La rigidez del recinto contrasta con la imaginación de los jóvenes alumnos, en estos días especialmente atareados porque reciben a García Márquez, al director español Fernando León, y a los británicos Stephen Frears y Ralph Fiennes, como parte del programa especial por el aniversario de la Escuela, que se cumplirá el día 15.
Sólo unos pocos afortunados han asistido al taller del Nobel colombiano, pero su presencia es uno de los factores que ha contribuido a consolidar el prestigio de la Escuela, por cuyas aulas han pasado directores de la talla de Costa Gavras, Ettore Scola, Steven Spielberg o George Lucas, y actores como Robert Redford, Danny Glover y Harry Belafonte.
“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple y así de desmesurado”, dijo en la ceremonia de fundación Gabriel García Márquez, y en eso se han volcado los sucesivos directores de la Escuela, desde el realizador argentino Fernando Birri, al actual director, el cubano Julio García Espinosa.
“En este vigésimo aniversario nos abrimos más al mundo, nos hacemos más contemporáneos, aumentando las materias relacionadas con la televisión y las nuevas tecnologías”, explica García Espinosa en una entrevista con Efe.
El realizador cubano reconoce que estar a la última en tecnología tiene un elevado coste que la Escuela no siempre está en condiciones de afrontar, por eso, admite, es importante la colaboración de países como Suiza y España -los mayores donantes- y la concesión de becas, porque la matrícula por los tres años de curso alcanza los 12.000 dólares.
“Es una escuela para tres mundos, América Latina, sobre todo, pero también Asia y África” y “el resultado es bastante aceptable”, afirma el cineasta cubano, para quien la Escuela está logrando su objetivo de formar a los futuros profesionales para que no se dejen absorber por las potentes industrias de cine de Estados Unidos y Europa.
“Es una lucha desigual, pero seguimos trabajando para que la utopía no se pierda”, asegura.
Imaginación, ganas y vitalidad son la materia prima de la institución, donde conviven jóvenes de más de una veintena de países, de distintas edades, orígenes e ideologías.
Claudia, puertorriqueña de 25 años, explica que ha encontrado en la Escuela una “experiencia humana que sobrepasa el precio de la matrícula”.
También la convivencia es el mayor atractivo para sus compañeros David Hartmann, argentino, y Caleb Ortega, panameño, que aspiran a convertirse en realizadores.
“Las experiencias de vida son más importantes que muchos de los contenidos académicos”, opina David.
Yanelvis González, de 22 años, es la única nacida en San Antonio de los Baños que cursa estudios en la EICTV en esta promoción. Y es que, pese a que la Escuela ha dado una nueva vida al antiguo balneario, sus vecinos no terminan de tomarse en serio la llamada de la industria del cine.
La joven siente que su presencia en el centro es una forma de “recompensa” por el trabajo que hicieron sus padres para ayudar a su construcción y asegura que la Escuela ha sacado del anonimato a San Antonio, convertido hoy en el pueblo más rodado del mundo.
Por eso, coincidiendo con el XX aniversario de su fundación, la Escuela colocará una placa en la plaza de San Antonio en reconocimiento a los vecinos, por su colaboración para que “la utopía no se pierda”.
Fuente: Mar Marin / EFE