Coincidiendo con el cincuenta aniversario de la muerte del mítico actor Humphrey Bogart, el periodista Juan Luis Álvarez edita “Bogart y Bacall: dos estrellas y un destino”, que toma como eje a la legendaria pareja de Hollywood.
Veinticinco años los separaban, pero el director Howard Hawks, en el rodaje de “Tener y no tener” en 1945, unió para siempre a una de las grandes parejas del Hollywood dorado: la formada por la primeriza Lauren Bacall, de diecinueve años y una belleza felina, y el veterano Humphrey Bogart, de cuarenta y cinco y acreedor de dos matrimonios fallidos.
Juan Luis Álvarez, periodista que escribe sobre cine, analiza a ambos mitos tanto por separado, como durante esos trece años que, como pareja sentimental, abarcaron la apoteosis del romanticismo y dos hijos por una parte, y la infidelidad de Bacall con Frank Sinatra o la famosa foto de Bogart mirando los senos a Marilyn Monroe por la otra.
Como tándem cinematográfico, redefinieron con cuatro joyas inolvidables las claves del cine negro, aportándole grandes dosis de ironía, tensión sexual y grandes diálogos, que convirtieron, además, a Bacall en “el mayor descubrimiento cinematográfico de los años cuarenta”, explicó Álvarez a EFE.
Entre ellas, “El sueño eterno”, una película también dirigida por Hawks y que, dice Álvarez, plasma en el detective Philipe Marlowe -escrito por William Faulkner y Raymond Chandler- al Bogart más cercano a la realidad: “sardónico, muy dado a la discusión y a la réplica”, y tan atractivo como difícil.
Bogart nació en Nueva York el día de Navidad de 1899 en el seno de una familia “muy pretenciosa”, conflictiva y poco dada a los afectos: su padre era un médico adicto a la morfina, mientras que su madre nunca apoyó sus elecciones vitales.
El futuro protagonista de “La condesa descalza” se enroló en la Marina, donde comenzó a beber; llegaron los años veinte, luego la Ley Seca y se casó con Mayo, una actriz más alcohólica todavía que él.
No es la de Bogart una vida destruida por la fama, sino que fue la aparición de Bacall, “de la que estaba totalmente enamorado”, y la llegada de su mejor momento profesional los que consiguieron que bebiera,”aunque fuera sólo a partir de las seis de la tarde”, dice el escritor y periodista.
Su profesionalidad en el plató fue, sin embargo, casi una constante -con excepciones como “Sabrina”- y, a pesar de sus malas relaciones en la Warner, accedió al estrellato con la llegada de la II Guerra Mundial, que dejó a Hollywood sin sus galanes y jóvenes promesas.
Fue entonces cuando Bogart protagonizó su gran clásico, “Casablanca”, que, a pesar de su improvisado rodaje, fue el gran éxito que le hizo pasar a la Historia como Rick, el antihéroe por excelencia.
Su popularidad, desde entonces, sólo pudo ser interrumpida por su vinculación con la causa izquierdista en tiempos de la Caza de Brujas del senador McCarthy, tras participar junto a su esposa en la Marcha sobre Washington en 1947.
“Vio en peligro su carrera y, mientras Bacall calló, él tuvo que echarse atrás”, un hecho que el autor del libro considera “uno de los episodios menos admirables de su vida”.
Su renuncia a la defensa de la libertad de expresión -se dijo “engañado por los comunistas”- dio paso a una nueva etapa forjada por clásicos como “Cayo largo”, “El tesoro de la Sierra Madre” y “La reina de África”, todas ellas de John Huston.
Esta última le reportó en 1951 su único Oscar por un papel que, según Álvarez, “es el que menos tiene que ver con Bogart”.
Tras su muerte en 1957, Bacall -todavía en activo con 82 años- no consiguió dejar de ser eclipsada por la sombra de su marido, pese a títulos como “Mi desconfiada esposa” de Vincent Minelli, “Asesinato en el Orient Express”, de Sidney Lumet, “El amor tiene dos caras”, de Barbra Streisand, o “Dogville”, de Lars Von Trier.
“Después de su muerte, los mitómanos se obsesionaron con saber de Bogart a través de la persona que mejor lo conoció” y eso explica que, aun con su estatus de gran estrella y su matrimonio posterior con Jason Robards Jr., “Lauren Bacall morirá siendo la viuda de Bogart”, concluye Alvarez.