Director de “El violín” no quería caer en folclor ni en porno de la pobreza

El mexicano Francisco Vargas Quevedo, director del premiado filme “El violín”, afirma que no quería rodar una “estampa folclórica latinoamericana” ni hacer una “pornopelícula de la pobreza” de su país.

En una entrevista con Efe en San Francisco, donde se encuentra para participar en el Festival de Cine Internacional que concluye esta semana, Vargas habló del filme que se estrena el viernes en España y ya se está exhibiendo en varios países latinoamericanos, avalado por los 33 premios cosechados hasta ahora en festivales.

“El violín” es, según su director, el filme mexicano más premiado después de “Amores Perros”, de Alejandro González Iñárritu.

El filme de Vargas Quevedo narra la historia de un viejo violinista con el telón de fondo de los abusos del ejército contra los indígenas.

“El cine que habla de las heridas de los pueblos, el cine social, les cuesta trabajo a las distribuidoras”, señaló Vargas, de 39 años.

El cineasta es hombre de pocas concesiones. Filmó en blanco y negro para evitar situar la película en un espacio y tiempo definidos, ya que considera que los abusos del ejército se han producido y se siguen produciendo en toda la geografía mexicana y en diferentes épocas.

“No quería estar ni en un lado ni en el otro, quería hablar de algo más profundo”, señala el director, cuyo filme recibió una larga ovación del público cuando se proyectó en el festival más antiguo de Estados Unidos.

La película gira en torno a Plutarco (el actor novel Ángel Tavira) un campesino y violinista de 82 años que, al igual que Tavira en la vida real, se las apaña para tocar el instrumento a pesar de ser manco.

En el filme, que Vargas filmó en su pueblo, Plutarco seduce con su música a un militar y, gracias a esta extraña amistad, consigue escamotear municiones en la funda de su violín.

Se trata de un personaje “admirable, que arriesga todo lo que tiene, incluido el violín, por defender sus ideas”, dice Vargas.

Unas ideas que quedan reflejadas en la historia de tiempos antiguos que el propio Plutarco cuenta a su nieto al calor del fuego: “La gente verdadera volvió para luchar por su tierra y sus bosques. Sus abuelos cedieron la tierra a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y nosotros haremos lo mismo”.

“Todo lo que sucede es un telón de fondo pero me interesa contar una historia humana”, dice Vargas.

Tan intrigante como la historia que protagoniza el entrañable anciano, que esconde una enorme fuerza tras su aparente fragilidad, es la crítica al poder autoritario.

“Mientras no se ataque lo que produce que los pueblos se levanten en armas, va a seguir sucediendo. Hay una ceguera de los gobiernos en atacar lo que surge en lugar de lo que lo produce”, opina Vargas.

En cuanto a la elaboración de la película, que acaba de estrenarse en Argentina, Colombia, México y pronto aterrizará en Brasil, Vargas indica que si hubiera tenido más fondos “no los habría usado, porque esta película tenía que haber sido así, narrada sin efectos especiales”.

“Queríamos reducirlo a la esencia de la narración”, dijo.

A pesar de ello, o precisamente por eso, la película ha recibido distinciones en el Festival de San Sebastián, el de Cine Iberoamericano de Huelva o el de Cannes, donde Tavira consiguió el premio “Una cierta mirada”, además de elogios de la crítica y de cineastas como Guillermo del Toro, quien según la prensa mexicana dijo que “en ‘El violín’ está el futuro del cine mexicano”.

“Lo que necesitamos es que nos cuenten historias, y para eso no hacen falta millones de dólares”, señala Vargas, quien ama las películas “que te agarran la piel” frente al cine de Hollywood que invade el mundo a costa de ignorar su diversidad.

Y es que al final, indica, “todo se reduce a un viejo charlando en la fogata, contando una historia. Como hicieron conmigo mis abuelas”.