Su producción fue tal infierno que su muy perfeccionista director aún sigue afinando una versión definitiva, pero lo cierto es que “Blade Runner” cumple el lunes 25 años convertida en un clásico cuya sombría visión del futuro volverá a generar chorros de oro con su reedición conmemorativa en DVD.
Y es que, en lo que es otro dato curioso en una película repleta de ellos, “Blade Runner” fue tras su estreno el 25 de junio de 1982 un fracaso en EEUU, pues sólo recaudó en las salas catorce millones de dólares -la mitad de su presupuesto-, pero su apabullante éxito en el recién nacido mercado del vídeo doméstico la erigió en uno de los productos más lucrativos de la Warner.
“Warner Brothers me dijo que es su película más solicitada, después de ‘Casablanca'”, declaraba en octubre al diario británico “The Times” su director, Ridley Scott, quien anunció también un reestreno a lo grande este año en Los Ángeles.
Una explicación al éxito en vídeo y DVD es que la cantidad y calidad de las imágenes que ofrece la película es tanta que muy pocos suelen conformarse con ver sólo una vez esta mezcla de cine negro y ciencia ficción protagonizada por Harrison Ford en uno de sus mejores papeles.
Rodada en decorados humedecidos por la lluvia y la neblina que caracterizan esta película en la que apenas se ve el sol, “Blade Runner” unió bajo una hipnótica banda sonora de Vangelis el alma caótica de Nueva York, Londres, Bangkok y Hong Kong en un diseño visual mil y una veces imitado desde entonces y bautizado como ciberpunk, mezcla de tecnología y marginalidad existencialista.
Tan deudora de la imaginación del dibujante Moebius como del film “Metrópolis” (1927), de Fritz Lang, la película se sitúa en 2019, mucho después del 1992 propuesto por el visionario escritor Philip K. Dick en su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (1968), en la que se basa muy libremente el guión.
“Blade Runner” nos ofrece “uno de los entornos ficticios visualmente más elaborados que se han creado nunca para una película; cada plano está lleno a rebosar con una obsesiva acumulación de detalles”, recalca una de las mayores autoridades en materia de este film, Paul M. Sammon.
Este periodista experto en cine recibió en 1981 el encargo de una revista de seguir el primer rodaje en EEUU del británico Scott, que venía de marcar época en la ciencia ficción con “Alien” en 1979.
Sammon fue así testigo privilegiado del fascinante proceso de creación de lo que acabó siendo una obra maestra, que le obsesionó hasta el punto de dedicar quince años a elaborar uno de los mejores libros existentes en torno al cine, “Futuro en negro” (1996).
Apodado “la Biblia de Blade Runner”, el libro se hace eco de la muy tensa relación que tuvieron durante el rodaje Scott y Harrison Ford, quien se sintió abandonado por el director a la hora de modelar su papel de policía encargado de exterminar a un grupo de androides.
La actriz Sean Young tampoco tuvo buenas vibraciones con Ford, hasta el punto de que una escena en principio amorosa acabó generando tal violencia física y psíquica que el productor Michael Deeley la definió como “la violación del pasillo”.
El perfeccionismo de Scott, que muy a menudo le llevaba a rodar decenas de tomas de un mismo plano, también soliviantó al equipo técnico, que adoptó la costumbre de vestir camisetas con lemas despectivos hacia el cineasta.
Sin embargo, los más turbulentos para Scott fueron los financieros, que no sólo le despidieron una vez acabado el rodaje por sobrepasar el presupuesto -poco después se vieron obligados a readmitirle-, sino que en ningún momento se mostraron convencidos de que la película resultara comprensible.
Un miedo que afectó al propio Scott también cuando, tras los pases previos, el público -que posiblemente, por la presencia de Harrison Ford, esperaba nuevas aventuras tipo “Star Wars”- se quejó por considerar la película enrevesada y pesimista, al igual que no pocos críticos.
Todo ello llevó a productores y director a tomar una polémica decisión: eliminar un plano onírico que Scott creía fundamental, incluir una locución explicativa a cargo de Ford durante toda la película y alterar radicalmente el final para hacer un “happy ending”, incluyendo idílicos planos de montañas tomados de descartes de la película “The Shining” (“El resplandor”), de Stanley Kubrick.
Y así habría quedado “Blade Runner” de no ser porque a comienzos de los 90 el hallazgo de una copia de trabajo con el montaje original y su casual proyección en un pase público generó una oleada de entusiasmo popular.
Entusiasmo que hizo que Warner olfateara un nuevo negocio: el reestreno de esta versión con el montaje del director y su lanzamiento en vídeo en 1992, en coincidencia con el décimo aniversario del estreno.
Una fórmula que generó pingües beneficios y que ahora intenta repetirse con motivo de este aniversario, ante el cual Warner Home Video anunció que se editará una caja con al menos tres de las al menos cinco versiones de la película, incluidas las internacionales.
Y por si fueran pocas, Scott ha vuelto ha rodar planos para afinar de nuevo el montaje, como revela en su sitio web la actriz Joanna Cassidy, que con veinticinco años menos encarnó a una sensual androide.
Pero es que, como confesó a Sammon, “Blade Runner” es para Scott algo muy especial: “Es una buena lección para todo cineasta serio. No hagas caso de aplausos o críticas. Limítate a seguir adelante. Si tienes suerte, podrás hacer alguna obra importante que aguante el paso del tiempo”.