Por Tono Tascón
La primera década de mi vida ocurrió en los ’80s. Aunque me es difícil recordar ciertas cosas específicas, cómo olvidar los juguetes que tenía, las cómicas en la tele, la escuela, las visitas donde mi abuela, un dos tres pan y queso, Menudo sonando a todo volumen en el tocadisco de mi hermana. Aquel jingle de My name is Panama, y por supuesto, la ropa que llevaba el mismo nombre, con la cual mi mamá se encargó de llenarme mis cajones.
Recordar es vivir. Recordar es sonreír. Es ponerse triste. Feliz. Es temer. Es una sola cosa para alguien y quizás todo a la vez.
Ayer en la noche justo antes de dormir en un canal local pasaban un documental en cuanto a los tiempos de Noriega. Para ese entonces, estaba muy chiquillo para prestarle atención a la situación por la cual atrevesaba Panamá. Digo, no era algo que a los 7 – 8 años uno debatía en algún recreo en la escuela. Pero ciertamente la cosa estaba tan fea como una patada en lo huevos. Cada vez que veo ese tipo de imágenes es increíble como todo eso pasaba desapercibido para mí. Sé que escuchaba conversaciones de mis familiares donde se mencionaba mucho de crisis, un tal Spadafora, fuerza de defensas, batallones, fraudes, nuevos presidentes o los cuentos de mi mamá participando en algún piqueteo civilista o yo preguntado en la casa que significaba “golpe de estado”. Todo eso se refrescó en mi memoria mientras la duración del documental.
Pero para recordar la mañana del 20 de diciembre no necesito ningún tipo de ayuda. Lo recuerdo perfectamente. Tenía 10 años y mi año escolar estaba por finalizar por lo cual nos tenían preparado una especie de super paseo para ese día. Recuerdo levantarme y preguntarle a mi viejo por qué no me despertó para ir a la escuela. Por supuesto, recuerdo su respuesta. También el helicóptero justo arriba de mi barriada. El sonido de las bombas al estrellarse a lo lejos. El miedo. Todo esto, cortesía de la prepotencia, megalomanía e intereses mezquinos de un infeliz dictador. Como odié perderme ese paseo.
En la actualidad se habla por todos lados de la salida y retorno de Noriega o su ida hacia otro país. Y es aquí en donde cuestiono el poder de la ley, lo cual a veces es tan extraño como la costumbre de morir, como dirían por ahí. A Noriega se le condena en EU por 40 años por cargos de lavado de dinero y tráfico de drogas, lo cual me parece poco tomando en cuenta todas las atrocidades de las cuales participó. Aún así recibe una reducción de 10 años de su condena por buen comportamiento. Por favor!
A pesar que en uno de mis libros preferidos muestra una ensañanza de que nadie es quien para repartir juicios a la ligera y decidir quien debe vivir o morir, un tipo como nuestro ex-“hombre fuerte” sin duda merece el encierro de por vida.
En repetidas ocasiones, he escuchado gente diciendo que en Panamá no había tanta violencia en las calles, asesinatos y muerte cuando Noriega estaba al poder. La verdad, no me consta. Pero de algo sí estoy seguro. A pesar de las imperfecciones que presenta mi Panamá en el presente, yo lo prefiero así, libre de la presencia de un dictador déspota y asesino.
Toño, es interesante tu aporte.
Creo que existe un vacío por parte de nosotros al no abordar esta parte de la historia.
Cuando mataron a Spadafora tenía 13 años, iba para 14 y cuando sucedió la Invasión ya tenía 17 a 4 días de cumplir mis 18…
Seguro que me acuerdo!