El año cinematográfico 2006 ha ratificado el vigor de los creadores de habla hispana, con mención de honor para mexicanos, argentinos y chilenos, que han disputado el lugar de privilegio al cine asiático.
Al menos en lo que a grandes festivales internacionales se refiere, donde cinematografías como la iraní, tailandesa, china y taiwanesa han cedido parte del protagonismo acaparado en años anteriores.
Este fenómeno fue especialmente claro en el festival más famoso del mundo, el de Cannes, que dio cabida nada menos que a cuatro películas de cineastas hispanohablantes en su sección oficial a concurso, frente a sólo una asiática.
Esa enorme proporción -casi una cuarta parte de las veinte aspirantes a la Palma de Oro- se tradujo en un premio al mejor director, al mexicano Alejandro González Iñárritu por “Babel”, y otro al mejor guión para el español Pedro Almodóvar por “Volver”.
Además, el elenco femenino de “Volver”, encabezado por Penélope Cruz, se llevó en bloque el galardón a la mejor interpretación femenina.
Ni Almodóvar ni González Iñárritu consiguieron, sin embargo, la ansiada Palma de Oro, que fue a parar a “The Wind that Shakes the Barley”, con la que el británico Ken Loach se alzó con el triunfo para que sonaban como favoritos el manchego y el mexicano.
También recibieron entusiásticos aplausos y críticas la argentina “Crónica de una fuga”, del uruguayo Adrián Caetano, y la hispano-mexicana “El laberinto del fauno”, del mexicano Guillermo del Toro, consagradas además con el éxito comercial en sus países.
Un caso similar en cuanto a logros de crítica y público fue el del mexicano Alfonso Cuarón con “Children of Men”, pese a que en Venecia sólo se llevó un premio menor, el de mejor contribución técnica para la espléndida fotografía del mexicano Emmanuel Lubezki.
La Mostra veneciana sí que se mantuvo fiel un año más a su vocación asiática, pues adjudicó el León de Oro a la china “Sanxia haoren”, de Jia Zhang-Ke, y presentó a concurso a cineastas como Mahamat-Saleh Haroun, Satoshi Kon, Katsuhiro Otomo, Johnnie To, Tsai Ming-Liang y Apichatpong Weerasethakul.
Pero pese a su decepción en la ciudad de los canales, Cuarón ha visto cómo “Children of Men”, producción británico-estadounidense de gran presupuesto protagonizada por Clive Owen, le afianzaba entre los directores estrella del panorama internacional.
Un grado en el que comparte podio con sus compatriotas y amigos Del Toro y González Iñárritu, de los cuales el primero espera estrenar en 2007 la segunda parte de “Hellboy” y el segundo disfruta del éxito de “Babel”, protagonizada por una estrella como Brad Pitt.
Y es que la presencia de estrellas garantiza difusión mundial, ya sea a una cinta o a un festival, como saben los organizadores de la Festa de Roma, cuya primera edición brilló menos por los filmes que por los Leonardo di Caprio, Robert de Niro, Sean Connery y Nicole Kidman atraídos merced a diez millones de euros (12,5 millones de dólares) de presupuesto.
Una tentación a la que sigue pareciendo inmune la Berlinale, que se volcó en el cine político con un Oso de Oro para la bosnia “Grbavica”, premio del Jurado a la iraní “Offside” y trofeo al mejor director para Michael Winterbottom, por “The Road to Guantanamo”.
Asimismo, la argentina “El custodio”, de Rodrigo Moreno, obtuvo el Alfred Bauer, en reconocimiento a la apertura de nuevas perspectivas.
Un galardón que, sumado al aplauso en Cannes para “Crónica de una fuga” y el Premio Especial del Jurado obtenido en el festival de San Sebastián por “El camino de san Diego”, de Carlos Sorín, redondeó un excelente año internacional para el cine argentino.
El “Zinemaldia” de San Sebastián retribuyó una vez más así a uno de sus cineastas favoritos, en una edición en la que “Half Moon”, del director kurdo iraní Bahman Ghobadi, y “Mon Fils”, del francés Martial Fougeron, compartieron ex aequo la Concha de Oro.
La temporada de festivales sirvió también para poder avizorar cineastas tan prometedores como los mexicanos Ricardo Benet, Astor de Oro en Mar del Plata con “Noticias lejanas”; Francisco Vargas, cuyo “El violín” triunfó en Cannes, o Alejandro Gómez Monteverde, que con “Bella” fue premio del público en Toronto.
Y sirvió también para constatar el surgimiento de nuevos pilares creativos, como Chile, que gracias a la adopción de las técnicas digitales ha alcanzado un nivel de producción insólito en cantidad y calidad, del cual es abanderada “En la cama”, de Matías Bize, que a sus 27 años ya ganó la Espiga de Oro en Valladolid en 2005 y ahora compite por el Oscar en Hollywood y el Goya en España.