Sin aportaciones significativas y con carencias en el sentido de lo cinematográfico, “Mamma Mia” despliega en Grecia los innumerables éxitos de Abba con el reclamo de Meryl Streep y alcanza un resultado tan eficaz como poco imaginativo.
Los reproches se polarizan alrededor de la figura de Phyllida Lloyd, la directora de la película, que aunque consigue que no se esfumen las esencias de Broadway, donde puso en pie numerosas funciones del exitoso musical, desaprovecha las posibilidades de hacer brillar el conjunto que daba el formato de pantalla grande.
“Mamma Mia” hereda de las tablas, por tanto, el ritmo que imprimen canciones como “Gimme, gimme” y “Super Trouper”, la emoción de “I have a dream” y “The winner takes it all” y, además, un guión lleno de piruetas más o menos ingeniosas que las hace comulgar con gracia con lógica narrativa.
El enredo -una joven a punto de casarse que invita a tres amantes de su madre para descubrir cuál es su verdadero padre- se rige estrictamente por las leyes del buen entretenimiento y, en este aspecto sí, la belleza natural de las islas griegas se ilumina con la mano de Hollywood y contagia jovialidad al celuloide.
Pero los que no han sido invitados a la boda de “Mamma Mia” son la planificación y el montaje, los que hicieron que otros precedentes como Rob Marshall o, sobre todo, Bob Fosse, convirtieran en productos netamente cinematográficos a éxitos de Broadway como “Chicago” (2002) y “Cabaret” (1972).
Lloyd, aunque pacta desde un principio con el público el tono liviano e intrascendente, se olvida de la majestuosidad coreográfica, del énfasis del primer plano y de las posibilidades de la perspectiva con los que el séptimo arte compensa la ausencia del directo.
Sí ha rentabilizado la empresa, en cambio, gracias al gancho de intérpretes que dotan de credibilidad a los personajes y que pulen sus insuficiencias vocales en el estudio de grabación: Pierce Brosnan, Stellan Skarsagard y Colin Firth salen airosos de una aventura musical que está fuera de sus dominios habituales, aunque se rinden al rol de “Dancing Queen” de Meryl Streep.
Menos suelta con la voz que en “A Prairie Home Companion” (2006), de Robert Altman, y con una vis cómica inferior a la de “Devil Wears Prada” (2006), Streep, a pesar de no estar en su salsa, demuestra una vez más intachable profesionalidad.
Completan la suma de talentos las veteranas Julie Walters y Christine Baranski y el nuevo valor de Amanda Seyfried -nombres de mayor tradición musical- pero la sensación general es que la adaptación para cine de “Mamma Mia” no es más que la versión económica para aquellos que no pudieron -o no quisieron- presenciar el verdadero espectáculo en las tablas del teatro.
Fuente: EFE