El cine de Brian De Palma es sinónimo de suspense, obsesión, muerte, manipulación y traición, incluso de erotismo y voyeurismo, la marca indeleble de un autor que, a pesar de haber perdido fuelle, cumple mañana 75 años refrendado como uno de los grandes discípulos de Alfred Hitchcock.
El que fuera considerado “maestro de lo macabro” no posee una sola nominación al Óscar como director o guionista. Tampoco al Globo de Oro.
Y ni falta que le hace para completar un currículum donde sobresalen clásicos como “Carrie” (1976), “Scarface” (1983) y “The Untouchables” (1987), y obras notables como “Carlito’s Way” (1993) y “Mission: Impossible” (1996).
Piper Laurie y Sissy Spacek, protagonistas de “Carrie”, fueron nominadas al Óscar por su trabajo, mientras que “Scarface” y “Carlito’s Way”, ambientadas en el mundo de los gángsters, son dos de las actuaciones más celebradas de Al Pacino.
Sean Connery logró su único Óscar por su labor en “The Untouchables”.
Miembro de la generación de directores del “nuevo Hollywood”, donde figuran coetáneos como Francis Ford Coppola, Paul Schrader, George Lucas o Martin Scorsese, sus movimientos de cámara y la destreza técnica de sus películas convencieron a la crítica mientras se establecían las primeras comparaciones con Hitchcock.
Tras unos inicios dedicados a comedias experimentales junto a un imberbe Robert De Niro (“Greetings”, “The Wedding Party” y “Hi, Mom!”), De Palma empezó a dar rienda suelta a sus inquietudes en pequeñas obras retorcidas y dramáticas como “Sisters” y “Obsession” -con John Lithgow, figura clave de su cine-, donde ya recorría los vericuetos del subconsciente.
Los elementos del “thriller” psicosexual, el género que se convirtió en su especialidad, florecieron en su ópera prima “Murder À La Mod” (1968) y se desarrollaron especialmente en “Dressed to Kill” (1980) -con Michael Caine-, “Blow Out” (1981) -protagonizada por John Travolta- y “Body Double” (1984), con una pecaminosa Melanie Griffith.
Sus historias, además de estilizarse, se volvieron más sórdidas en el nuevo siglo de la mano de “Femme Fatale” (2002) -con Antonio Banderas- y “The Black Dahlia” (2006) -con Scarlett Johansson-, que mantenían un nivel similar de erotismo y lascivia, aunque la calidad de esas obras reflejaban un declive artístico, según los críticos.
El cineasta asombraba prácticamente a cada película que lanzaba entre 1976 y la llegada del siglo XXI, un periodo estudiado de forma meticulosa en el documental “De Palma”, presentado el miércoles fuera de competición en el Festival de Venecia.
En esa obra, De Palma asegura que “Casualties of War”, un filme de 1989 liderado por Sean Penn y Michael J. Fox, es “la mejor historia sobre la guerra de Vietnam” que se ha rodado, y defiende obras menores como “Wise Guys” (1986), con Danny DeVito y Harvey Keitel, o la vilipendiada “The Bonfire of the Vanities” (1990), con Tom Hanks, Bruce Willis y Griffith.
Así, navegando entre el cine comercial (“Mission: Impossible” es, de largo, su título más exitoso en taquilla), el independiente y los proyectos fuera del sistema, De Palma se ha labrado una trayectoria irregular (prueba de ello son sus seis candidaturas a los premios Razzie, los “anti-Óscar”) que no le ha impedido convertirse en un cineasta de culto.
Su habilidad con la cámara buscando ángulos imposibles es solo la punta de lanza de su creatividad, aderezada por la frecuente división de la pantalla y la búsqueda de varios puntos de atención simultáneos en una misma secuencia.
Todo ello son apenas algunos de los rasgos de un cineasta amado por muchos e incomprendido por otros tantos, especialmente quienes consideran que su talento se limita a copiar o versionar al genio británico y quienes lo acusan de misoginia.
De Palma se casó y divorció en tres ocasiones. Primero con la actriz Nancy Allen a finales de los 70, después con la productora Gale Anne Hurd a principios de los 90 y, finalmente, con Darnell Gregorio, en 1994.
Tiene dos hijas, fruto de su relación con Hurd y Gregorio.
Artículo de Antonio Martín Guirado / EFE