“Edward Scissorhands”, un espectáculo sin palabras ni momentos memorables

El montaje “Edward Scissorhands”, basado en el film homónimo de 1990 de Tim Burton, se ha presentado en Nueva York, donde se ha revelado como una pieza coreográfica cargada de efectismo pero ausente de palabras y momentos memorables.

Concebida por el coreógrafo británico Matthew Burne, la obra, que se representa hasta el 31 de marzo en la Academia de Música de Brooklyn, es un festín de efectos especiales, escenarios y vestuarios -cortesía de la diseñadora Lez Brotherston-, y poco más.

Al versionar la película de Burton y hacerla digerible como espectáculo de masas, Burne construye un cuento de hadas “para toda la familia” con contados momentos de gloria y una sucesión de bailes de salón al ritmo de una orquesta en vivo.

En la primera escena, un niño muere electrocutado mientras sostiene un par de tijeras en cada mano, un fatídico accidente que su dolido padre, un inventor, busca superar con la “fabricación” de otro hijo, a lo Frankenstein o Pinocho.

Pero su creación quedará huérfana antes de ser concluida.

La criatura es dejada con letales tijeras como manos, divagando por un pueblo suburbano estadounidense de la década de los 50, a diferencia de la versión de Burton, desarrollada en los 90.

Edward -encarnado en la película por Johnny Depp y en la función del 21 de marzo por el actor Richard Winsor- es rescatado y adoptado por la familia Boggs, cuya hija Kim (Kerry Biggin) se convierte en su amor platónico.

Como en la película, el Edward de Bourne es un “freak”, un tipo raro e incomprendido rodeado de personajes aún más raros que él, o que encarnan los estereotipos de cierta clase conservadora y censora de la sociedad estadounidense.

Bourne lleva al escenario las mejores partes de la película, cuando Edward realiza sus mágicas confecciones: peinados abigarrados, arbustos cortados en formas fantásticas y monumentos de hielo esculpidos con delicadeza y precisión.

La estética oscura del film es preservada en muchas de las escenas, pero las coreografías son planas, a ratos aburridas, mientras que el exceso de gestos de los bailarines como recurso narrativo es innecesariamente descriptivo.

El humor que emplea Bourne es popular, rosa en vez de negro, pero sus esporádicos comentarios político-sociales, incluso religiosos, son incisivos y a la vez sutiles, y por tanto efectivos.

La música y arreglos corren por cuenta de Terry Davies -algunas piezas son extraídas de la película- e interpretadas por una orquesta de cámara de trece músicos.

Según Bourne, fue justamente la partitura del film, original del reconocido compositor Danny Elfman, lo que le inspiró realizar esta pieza, así como la mágica imaginería construida por Burton, incluidas las esculturas de hielo.

Desde que estrenó la pieza en Londres, en diciembre del 2005, el coreógrafo ha señalado en varias ocasiones que trabajar con un bailarín que debe actuar con tres kilos de peso en cada mano es, más que un problema, un delicioso desafío.

Concebido para toda la familia, el espectáculo coloca la danza al alcance de un buen número de espectadores, un éxito que Bourne ya ha saboreado en otras producciones, notablemente en su adaptación de “El lago de los cisnes”.

En esta obra, producida en 1995, Bourne causó sensación al cambiarle el sexo a los cisnes de Tchaikovsky y, de hecho, fue informalmente llamada “El lago de los cisnes gay” cuando se montó en Broadway en 1998.

Bourne es mundialmente considerado uno de los coreógrafos de musicales y de danza-teatro contemporáneos más importantes, por sus trabajos en “Cenicienta”, “Cascanueces” y “Mary Poppins”, esta última con funciones actualmente en Londres y Broadway.

FUENTE: EFE

One thought on ““Edward Scissorhands”, un espectáculo sin palabras ni momentos memorables

Comments are closed.